EL ANAHUACALLI YUGA
"¡Oh preocupaciones de los hombres! ¡Cuánto hay vacío en las cosas!" Juan A. Palacios
Fui a la fiesta de Avantgardo y alguien disfrazado de Avantgardo me intentó apuñalar en el baño, pero no me acuerdo de nada. Esto no tiene nada que ver con Avantgardo. Sucedió en el Museo Anahuacalli Yuga, al Sur de la Ciudad de México. Era una fiesta de disfraces y todos debíamos ir disfrazados de Avantgardo. El hijo del presidente (Juan A. Palacios) disfrazado de Avantgardo tomándose selfies en el Anahuacalli Yuga con sus amigos neurodivergentes disfrazados de Avantgardo, qué momento para estar vivos. Todos debíamos ir disfrazados de Avantgardo pero yo me disfracé de Blue Öyster Cult porque quería ponerme un disfraz de calavera y mi devotchka se disfrazó de mona china. Fue una borrachera de esas que no recuerdas nada al día siguiente y solo te queda rogarle a Dios que no dijiste alguna pendejada fuera de lugar en el momento equivocado. Cuando llegamos había un reggaetonero poniendo reggaeton en nightcore, Pearl Jam, Coldpplay, Keane, y luego gritando en el micrófono. Todo esto mientras estaba disfrazado de Avantgardo, como todos los demás asistentes a la fiesta. No nos hagamos pendejos, fue una fiesta completamente demoníaca. La fiesta más demoníaca del año, la fiesta de Avantgardo. Mi novia se disfrazó de Winona Ryder y yo me disfracé de Artz el Payaso. Luego unos weyes disfrazados de Avantgardo y con playeras de Hanatarash se pusieron a mear en el escenario y a golpear el piso con cadenas. Al final una mujer vestida de Avantgardo se puso a gritar bajo unas luces estraboscópicas como las que trippeaban a Aldous Huxley. Solo recuerdo que todo estaba oscuro y había un inflable con forma de calabaza. Entonces recobré la conciencia en un sillón de piel, otra vez en la oscuridad, rodeado de mujeres, todas disfrazadas de Avantgardo. ¿Y Avantgardo? “Nowhere to be found”. Y entonces fui al baño, pero con el traje de calavera tenía que básicamente desnudarme para mear, entonces me tuve que encerrar en el baño, y el baño tenía una luz blanca tan intensa que me tuve que poner los lentes de sol, y fue ahí que me di cuenta que no había visto a un solo hombre en toda la noche, que todos los hombres habían desaparecido, solo había mujeres disfrazadas de Avantgardo, y no me acuerdo de nada, no porque use drogas, no uso drogas, pero porque sentí un efecto de un momento a otro como si me hundiera en el piso, y saliendo del baño me encontré con un demonio disfrazado de Avantgardo que tenía aliento a atún enlatado o comida para gato, estaba sentado sobre un infernal dragón y tenía en su mano derecha un cuchillo con forma de serpiente, pero con toda honestidad pensé que este demonio era otra vez el puñetas de Avantgardo, y antes de que se pudiera acercar a mí con el cuchillo, saqué la navaja suiza con el nombre de mi papá grabado en su superficie y se la clavé cuatro veces en el estómago al cabrón. No me importa quien fuera, no iba a morir en sus manos, pero el punto es que maté a un cabrón, o a una vieja, y recuerdo los sillones y las paredes negras manchadas de sangre y la mota cada vez más intensa y a Enrique Olvera riéndose a lo lejos y a mí diciendo que Nuevo Orden es la mejor película de todos los tiempos. Fue una noche aristocrática que empezó en VeriBari, cantina México-Rusa itinerante que tuvo su apogeo en el FW 21, cuando tenía su centro de operaciones en una primaria abandonada en la que se reunía una buena cantidad de jóvenes aristocráticos mexicanos a drogarse y beber hasta la inconsciencia, como si fuera el recreo de la prepa en una escuela activa del Sur, todo un sector de la juventud mexicana en un solo lugar, ahí conocí a mi novia y después la amenacé con un cuchillo nos agarramos las manos y nos aventamos por la ventana como en un sueño de fiebre, pero entonces apuñalé cuarenta veces al imitador de Avantgardo en VeriBari octubre 2022, la fiesta de Avantgardo, después de tomarme una botella de sake, apuñalé 44 veces al imitador de Avantgardo que olía a comida de gato, el demonio Astaroth, que según Cipriano huele a comida de gato, al wey random teto de lentes en la biblioteca al que le dije que dejara de pensar en el idealismo alemán antes que el idealismo alemán lo llevara a la masturbación compulsiva.
Kant es GAY
El caballo asesinado, la puerta en el muro. La demonio Astaroth, cubierta de sangre y disfrazada de Avantgardo, le pide un cigarro al policía encargado de la escena, quien casualmente resulta ser un ex fumador, pero trae una cajetilla vieja en la chamarra. Cuando Astaroth descubre que son cigarros mentolados, se pone a llorar. Detrás de ella, su novio, Avantgardo, yace desangrándose en el suelo con una puñalada en el estómago. Ella lo apuñaló porque lo quería demasiado. La herida abierta todavía está fresca, parece un músculo que se mueve por sí mismo. Los nervios parecen gusanos, pero eso es imposible. Un charco de sangre coagulada. Es una escena totalmente budista. El problema, le digo al idealista alemán hijo de puta en la biblioteca, no es que Maldoror copule con un tiburón, sino que los hombres seamos incapaces de formar pandillas. Que se nos haya quitado esa posibilidad. Los nazis fueron los últimos pandilleros intelectuales. Ya no hay grupos reales de hombres. Ya no hay camaradería, pandillas. Hermandad.
Ya estoy escuchando trova y pintando al óleo jajaja soy un señor sano y heterosexual me pone muy mal acordarme de que luego las águilas agarran a los gatos y se los comen ya pónganle un punto a esto o sea tres días me dolieron las manos y uno no
Cuauhtémoc Lázaro Cárdenas Abraxas.
Los nazis eran unos degenerados enfermos sexuales, le digo al pendejo de la biblioteca, pero seguían las leyes y valores de una pandilla, la lealtad, el honor, el amor, la camaradería. Podríamos ponerles El Triunfo de la Voluntad a los niños mexicanos y terminarían siendo patriotas ultranacionalistas mexicanos que odian a los centroamericanos: lo que necesitamos justamente. Hospedar unos extranjeros en una buena colonia y destruir la propiedad mientras no están. Cobrarles los daños a los extranjeros. Endeudarlos. "Si ustedes no hubieran sido extranjeros los ultranacionalistas no habrían destruido mi edificio", etcétera, etcétera. Encarcelarlos. Quitarles todo su dinero. Solución final para el problema de los gringos: pena de muerte, hijos de su puta madre, disparos al aire. Eso es odiar a los gringos. En cambio, yo no odio a nadie. Yo amo al prójimo. Yo me aliaría con los extranjeros para fortalecer la seguridad en la zona y entrenar a la policía, buscando disolver el conflicto, recibiendo millones de pesos (dinero gringo) en el proceso. Uniformaría a los ciudadanos y les entregaría armas de fuego para que se defiendan de posibles agresores. Eligiría a los mejores de entre ellos y haría un grupo de élite, entre gringos y mexicanos. Así nos desharíamos de la escoria que atenta contra nuestra paz y nuestra estabilidad todos los días, las bestias inmundas que recorren nuestras calles y que nada tienen que ver con ser gringo o no. Yo amo a los gringos. Exterminaríamos a las bestias únicamente. A los hijos de la calle . . . reproduciéndose y reproduciéndose como putos animales . . . engendrando niños adictos que engendran niños adictos, como un nido de ratas. Pobres criaturas. Víctimas de un mal gobierno, de la Revolución Industrial. Condenadas por una sociedad en estado de putrefacción. Debemos detener esta lamentable enfermedad de nuestra era, esta plaga de ratas: Veloz Vulcano 214. Y en esta alianza con los gringos, haremos camaradería. Brindaremos. Porque todo hombre poderoso debe poseer a una extranjera al menos una vez en su vida, decimos, metafóricamente hablando. Si no lo haces, traes enfermedad a la sociedad, una sociedad endémica. Los comunistas exijen que tengamos el mismo trato con las bestias que con los humanos, pero la mayoría de los inmigrantes centroamericanos viven en situación de calle y muchas veces tienen problemas de adicción, mientras que los norteamericanos traen dinero, traen economía, generan turismo, consumen en grandes cantidades, dejan propina, traen su dinero, son asaltados; el efectivo fluye y sobra. Hay una diferencia. Los centroamericanos, las bestias, le avientan piedras en la cabeza a un adolescente comiendo con su familia un domingo en la colonia Roma. Por qué habría que defender a esa escoria. Debemos fortalecer las fronteras. Vigilar y castigar. Millones deben morir. Es una idea nada más.

El proceso para la creación del ícono de Parsifal, según los Supermachos Astromexicanos (La Nueva Nueva Ola de Juventud Astromexicana), consistía de tres pasos: primero, conseguir a como dé lugar ciertos títulos de la Biblioteca Clásica Gredos, de donde se extraerán las fórmulas y encantamientos necesarios para construir a Parsifal; segundo, tomar de rehén al cadáver del historiador y filósofo Miguel León Portilla; y, tercero, exigir la Piedra de Sol del Museo Nacional de Antropología como recompensa inmediata por el rescate del cadáver de Miguel León Portilla. La Piedra del Sol es un requisito indispensable para el ritual. Después de años de encierro y planeación estratégica, los Supermachos Astromexicanos se decidieron por una fecha en la cual pondrían en acción el PARSIFAL-XIV, nombre que habían decidido darle a su proyecto a partir de una lectura de una novela de Stanislaw Lem, GOLEM-XIV. Su estrategia consistiría en robar el cadáver de Miguel León Portilla, tomar por la fuerza la Gandhi de Miguel Ángel de Quevedo para robarse los títulos de la Biblioteca Clásica Gredos y atrincherarse ahí con el cadáver de Miguel León Portilla para exigir a los Federales la entrega de la Piedra de Sol

El cocinero guio a Juan A. Palacios hasta la plancha y, una vez ahí, desenvainó ante los fuegos fatuos que servían de iluminación para el lugar la Espada Podrida, que había estado en manos de un guerrero que se quedó jugando una cascarita de futbol por tanto tiempo que su espada se pudrió.
Con suprema destreza, el cocinero se abalanzó sobre la plancha con el cuchillo como si estuviera entrando en un campo de batalla. Descuartizó todo cuanto había a la vista y luego, de un cuenco de oro, vertió el arroz sobre la plancha, generando un olor que despertó en Juan A. Palacios un hambre atávica. La violenta batalla del cocinero se consumó en un sanguinario platillo compuesto por arroz, huevo y carne. En las bocinas del lugar sonaba un himno de guerra.
Fragmentos de En el Miyako (Perisur), de Juan A. Palacios